Columnistas
Por Agustín de VicenteLa oportunidad de cuidar nuestra Tierra
Opinión de María Prieto, fundadora de Kombuchacha
Cada 5 de junio el mundo entero conmemora el Día del Medio Ambiente, como un momento clave para tomar conciencia sobre el rol decisivo que cada uno de nosotros juega en el presente y futuro del planeta. En cada oportunidad se define un mensaje central y este año el llamado fue claro: “No podemos volver el tiempo atrás”.
Esta frase, poco alentadora y lamentablemente real; sigue con un mensaje esperanzador: “pero podemos cultivar árboles, reverdecer nuestras ciudades, repoblar nuestros jardines con especies silvestres, cambiar nuestras dietas y limpiar ríos y costas. Somos la generación que puede hacer las paces con la naturaleza”.
En este contexto la pregunta que todos deberíamos hacernos es, ¿qué estoy haciendo yo para ser un agente de cambio, más allá de esperar que otros definan políticas o buscar culpables que de seguro estarán muy lejos de nuestras propias conductas? Lo cierto es que a ratos resulta paradójico ver encuestas donde los chilenos evaluamos como insuficientes las medidas del Gobierno en temas medioambientales o aseguramos estar dispuestos a pagar mucho más por un producto sustentable y ver que a la hora de accionar esas intenciones no siempre se concretan.
Las razones deben ser muchas, pues no creo que alguien pueda ser indiferente al deterioro del lugar que habita. En lo personal, creo que un tema clave es la inspiración, ese estado emocional pasajero, que aparece de manera repentina y que nos motiva a actuar. Si vemos a otros, nos motivamos a mejorar, a cambiar y así se va gestando lo que necesitamos: voluntades individuales que se transforman en colectivas y terminan generando impacto. Es por eso que veo, con tan buenas perspectivas, que cada vez más empresas nos estemos sumando de manera genuina al cuidado de nuestro entorno, entendiendo que el concepto de sustentabilidad ha evolucionado y que hoy corresponde hablar de nuestro afán regenerativo. Porque sólo si asumimos el compromiso profundo de aumentar el bien común, al regenerar la salud de las personas, las comunidades y el planeta, aprovechando de forma consciente y regenerativa, los recursos existentes y generando el más alto valor de todos los integrantes de la cadena, podremos contribuir al llamado urgente de proteger lo que queda y reparar lo que ha sido dañado.
No es fácil y, sin duda, el camino simple es plantearse metas acotadas que sean factibles de cumplir. Pero a nosotros, que dimos vida a la primera kombucha certificada orgánica que hoy tiene presencia en más de 400 puntos de venta en el país, incluido Isla de Pascua; nos gusta soñar en grande. Porque lo que comenzó como una fantasía, elaborando una bebida natural en la cocina de mi casa, es hoy una empresa que mucho más allá de llevar a miles de personas una mejor forma de hidratarse, es un proyecto de cambio socioambiental. Kombuchacha ha crecido y con ella se ha potenciado también nuestro modelo de triple regeneración, donde cuidamos a cada una de las partes interesadas por igual. Eso no puede ser sino motivo de orgullo.
No digo con esto que somos los únicos que estamos intentando hacer las cosas bien y que nuestras acciones han sido perfectas. Al contrario, nos hemos equivocado y probablemente lo sigamos haciendo; pero tenemos un propósito que nos alinea para mejorar. Estoy convencida que quien traza una meta clara puede hacer camino al andar sin olvidar nunca el motor que lo moviliza. Cuento nuestros logros con la esperanza de inspirar. Inspirar a cambiar la mentalidad de quienes creen que aportar con soluciones no es posible, que ya es muy tarde. Inspirar a quienes tienen miedo a seguir avanzando. Inspirar a creer de verdad que si uno se lo propone y trabaja duro puede ser parte de la llamada “generación restauración”. Ser parte del cambio es posible. Si nosotros siendo un emprendimiento ubicado al sur del mundo estamos haciendo con voluntad y éxito nuestra parte, estoy segura que todos pueden hacerlo.
Fuente: Diario Sostenible
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